viernes, 25 de enero de 2008

Cigarettes




yo, matías


Ya sé, no soy el adecuado para hacer la comparación. Nunca he fumado y, si me mantengo fiel a mis principios, es altamente probable que nunca lo haga. Pero los he visto, sí, los he obervado cuidadosamente a los fumadores. He visto la esperanza que sienten cada vez que preguntan: ¿Tenés fuego? o ¿Tenés un pucho? He percibido los dedos temblorosos tratando de sacar chispas de un encendedor ya cansado por el uso y los ojos que abren suplicantes una caja esperando que quede al menos un cigarrillo. No se me han escapado esas bocas que desean, anhelan y piden a gritos inhalar el humo, ese humo que los tranquiliza al mismo tiempo que los mata.
En fin, no estoy criticando a los fumadores. En este texto lo que estoy tratando de hacer es una analogía, alguna especie de comparación entre el cigarrillo y ella. Y lo digo por muchas razones: porque es adictiva y porque sí, me hace mal. Pero a la vez le da paz y calma a mi espíritu. También porque tampoco ha habido en mi vida otra cosa que me cueste tanto dejar y probablemente tampoco hay nada que ponga tanto en riesgo mi salud y cordura.
¿Que qué momento se parece a prender el cigarrillo? Las llamadas, definitivamente, las llamadas. Siempre es lo mismo: primero pienso "No la voy a llamar, me hace daño, nunca funciona, bla, bla, bla...". Diez minutos después la estoy llamando o mandando un mensaje o intentando comunicarme con ella por alguna forma. El siglo 21 me ha facilitado mucho la cosa tengo que reconocerlo, pero si estuviera en la misma situación hace 30 siglos, no dudaría en prender una fogata en el medio de la nada en improvisar con señales de humo un mensaje, una palabra, aunque sea una letra para que le llegara. Y hoy con el teléfono, imagínense, es mucho peor.
En el momento antes hay una ansiedad que me consume, una mezcla de esperanza y desesperación, de todo y de nada, de si y de no, de pros y contras. Pero mi organismo, mi todo me lo demanda. Inclusive mis dedos temblorosos me lo piden, lo necesitan. Cada molécula, cada célula exacerba su sensibilidad a puntos más allá de mi imaginación o control. Mi oído me tortura rogando escuchar ese tono armonioso con el que habla. Mi voz pierde los estribos en busca de desahogar sus verdades. Y así es como pasa. Después de escuchar el tono por el tubo el índice derecho se dispara, haciendo lo que sabe hacer mejor. Marca una tecla tras otra sin respiro, sin dudar. No hace falta buscar el número en una agenda o el celular. Mi cuerpo lo sabe, mis dedos saben que son los dígitos correctos: el teléfono deseado. Al terminar y durante los segundos que se escucha el tono de llamada mi cuerpo se queda quieto, aunque no tranquilo. Un par de segundos parecen semanas. La respiración y el corazón se aceleran, la lengua se reseca y la vista se nubla. Se acerca el momento de la verdad, los instantes en los que hemos de hablar. Al final, para esto empezó todo ¿no? Sí, y lo necesito.
Y de repente se escucha su voz del otro lado del teléfono y es como si el cuerpo se derritiese, como si mi alma cobrara alas y flotando se fuera a países lejanos con paisajes que solo existen en historias, melodías interpretadas por ángeles y sirenas y perfumes de los más exquisitos que se pueda encontrar en este planeta. Y mientras la conversación pasa el placer fluye de punta a punta por mi ser, por mis sentidos, por mi alma. Y luego de un par de parpadeos termina. “Chau”.
En unas milesimas de segundo estoy de vuelta encerrado en este cuerpo mortal, que necesita varias horas de trabajo en el gimnasio y menos grasa en la comida. Se desvanecen los paisajes y vuelve a verse la luz amarillenta de mi hogar. También los aromas y la música desaparecen y queda simplemente la idea de que necesito un baño y algún programa nocturno de la televisión sonando al fondo: “Susana, Susa…”.¿Que ésta relación me va a matar? Puede ser, pero ahora no me importa, me estoy volviendo loco o, ya estoy loco. Fuck, creo que necesito un cigarrillo, ¿No me convidas?

7 comentarios:

Anónimo dijo...

que el cigarrillo no mata hijo!son más bien los genes que te tocaron, eso es lo que no entiende la gente.
Fumá, fumá y así cuando no te contesta el teléfono, mensaje, señal de humo tenés algo pa'cer.
Decime, no te comerás las uñas vos?

Matias dijo...

Las uñas no, mi abuela me creo un complejo de que si me como las uñas se me van deformar los dedos y voy a quedar como golum (ella no dijo lo de golum, pero se sobreentendia).
¡y yo que pensaba que si no contesta lo mejor que podía hacer era jugar al balero!

Anónimo dijo...

es muy buena la del balero, creo que si me consigo uno dejo de fumar.

Anónimo dijo...

mato! necesito q hablemos en serio.

deje de3 fumar porque el pucho si mata eh!!!! en serio plis hablemos dale???antes q m vyaa dale??

no fumennnnnnn muajajaja

Anónimo dijo...

bueno, en serio...en algunos casos la gente muere por eso (sólo por eso?), como con los autos y tantas otras cosas que no por eso se prohíben.
por qué tanto fanatismo? y, plis??

alguien tiene idea de la cantidad de porquerías que se mete cuando come, cuando toma?
si hay placeres que matan, y bueno, cada uno decide y va midiendo el riesgo.
Ahora paro con este convéncete a ti mismo y a los demás que es lo que tanto detesto al fin de cuentas.
saludos, me voy a fumar.
y por favor, cuando esté en el hospital (por el cigarrillo o porque me pisó un auto conducido por borrachín) me vengan a ver y traigan cigarrillos! nada de flores, que se las guarden pa'el funeral.

Matias dijo...

querida monona, (repito), no tengo nada encontra de los fumadores. Yo probablemente me voy a morir por otras razones también poco naturales (me dijeron que el alcohol y la grasa en la comida son ahora la causa numero 1 de muertes en eeuu).
Creo que todos estamos relativamente grandes como para decidir que porquerias nos metemos en el cuerpo y todos tenemos la nuestra, el único problema es que el cigarrillo se ha convertida en una especie de enemigo común para la sociedad, los pro-salud/ecología, etc (Aunque por otro lado nadie dice nada por la falta de reciclaje, la contaminación en los ríos o porque aguas de salta no limpia el agua que tomamos todos lo días).
Yo solo quería comparar la necesidad de fumar con algo que me pasa.
Monona, no se preocupe, el día que esté en el hospital yo le llevo los puchos y un balero. Una sola pregunta: ¿Qué marca?

Anónimo dijo...

y los que tenga a mano mi querido matías, pero el balero que sea de los buenos. gracias por la buena predisposición.
a mí también me pasa lo que a usté y encima fumo...bajonazo...me falta comer grasas nomás (y tomar agua salteña!)